jueves, 14 de abril de 2011

¿Equipos de Alto Desempeño o de Alto Rendimiento?


por Héctor Vega Mora*
El término acuñado en inglés es uno sólo: High Performance Teams, sin embargo, existen al menos dos traducciones en español que se han popularizado Equipos de Alto Rendimiento y Equipos de Alto Desempeño. Al parecer, el primero más usado en el ámbito de las operaciones y la producción, y el segundo, en el campo de la gestión de personas. 

En principio, uno podría asumir que se usen indistintamente y que da lo mismo inclinarse por uno u otro, pero desde mi punto de vista estaríamos desaprovechando la riqueza de español castellano para dar un énfasis importante, pues no es lo mismo el alto rendimiento, que el alto desempeño. 
Por una parte el Rendimiento es el producto o utilidad de algo o alguien (RAE) y en este caso hace referencia a lo que produce el equipo (bienes y/o servicios). Matemáticamente se refiere a la proporción entre el producto o resultado obtenido y los medios utilizados (RAE). Por otra parte, el Desempeño es el ejercicio de una actividad y el uso de las  competencias involucradas para tal ejercicio. En otras palabras, el rendimiento apunta al resultado independiente del CÓMO se alcance tal resultado. En los Equipos de Alto Desempeño (EAD), lo que hace la diferencia es justamente el cómo se obtienen resultados sobresaliente, ya que son fruto de dinámicas complejas (complexoras) que activan y sostienen las competencias del equipo (personales y grupales) en un nivel óptimo. Esto no sólo reporta altos resultados (productividad, rentabilidad, perdurabilidad y satisfacción de los clientes externos/internos), sino que también una altísima satisfacción laboral y personal de sus miembros.




Magister en Psicología de las Organizaciones

martes, 5 de abril de 2011

Autoestima y desempeño laboral



por Héctor Vega Mora*
Muchas personas me preguntan si la autoestima es la consecuencia de nuestros buenos resultados o si nuestros buenos resultados se producen (en parte) por nuestra autoestima. En otras palabras, qué es primero, quererse a sí mismo para obtener la autoconfianza que nos conduce a buenos resultados, o buscar buenos resultados para mejorar nuestra evaluación que hacemos de nosotros mismos y con ello, querernos más. 
Ésta no es una pregunta menor, pues si nos inclinamos a pensar que la autoestima sólo es el resultado de nuestros éxitos, entonces no es algo que sea prioritario atender si lo que deseamos es mejorar el desempeño laboral y más bien nos avocaremos a desarrollar aspectos conductuales, técnicos y relacionales. Por otra parte, si enfatizamos la posición contraria, nos inclinaremos a favorecer la satisfacción personal en el trabajo, esperando que aquello termine produciendo los resultados laborales esperados, y esto no siempre es así.
Desde mi punto de vista, no se trata de enfatizar una u otra postura, tampoco de pensar que la "solución" se encuentra a medio camino entre estos dos polos, sino que debemos intentar capturar la naturaleza compleja y sistémica de este fenómeno. Así, la autoestima es a la vez una causa y un efecto de un desempeño laboral exitoso. Autoestima y desempeño laboral se retroalimentan constantemente, se influyen y ajustan mutuamente.
Sin embargo, creo que existe otra cuestión que a mi juicio es más relevante ¿Autoestima alta o autoestima fuerte? Tendemos a vincular el éxito laboral, y cualquier otro tipo de éxito, con la alta estima que la persona se tiene; estima por su trabajo, por quién es, por lo que hace y ha logrado. No obstante, como sabemos, el mundo del trabajo, está lleno de altibajos, de experiencias buenas y malas, de resultados exitosos y magros, de relaciones nutritivas y tóxicas (y toda la gama de “grises” entre los polos mencionados). …entonces, ¿Qué pasa con nuestra autoestima cuando las cosas no van como queremos, cuando nos frustran los malos resultados, las relaciones tóxicas y las malas experiencias? ¿Cae con ellas nuestra autoestima? ¿Se resiente o decae siguiendo esta “montaña rusa” emocional derivada de lo bien o mal que nos va?
Si nuestra estima se ha construido rápida y exclusivamente desde resultados exitosos, valorados principal o exclusivamente por los otros y se sostiene en la superioridad sobre otros (y sus resultados), probablemente estamos frente a una autoestima alta, llamativa y hasta envidiable …pero frágil, que se fracturará cuando cualquiera de estas condiciones ya no esté, cuando vengan “tiempos de vacas flacas”. Una autoestima fuerte, en cambio, se construye desde adentro hacia afuera, desde la propia consciencia de las fortalezas que se poseen y la confianza en que con trabajo y determinación, se alcanzan las metas que nos fijamos. Una autoestima, así construida, no resulta en superioridad sobre otros, por el contrario, provee la humildad para comprender que el proceso de quererse a sí mismo es un quehacer más bien íntimo, que requiere de tiempo, perseverancia y que sigue un ritmo muy personal. La autoestima entonces, sí es un resultado, pero no meramente de los productos de mi trabajo, sino de este afán de superarme a mí mismo cada día.
La autoestima fuerte, al poseer más independencia del medio externo, es un centro de fortaleza personal y autoconfianza, especialmente frente a las dificultades propias del mundo del trabajo. Su fortaleza te sostiene cuando las cosas no van bien, cuando no alcanzaste las ventas que necesitabas, cuando el proceso se salió de planificación, cuando los proveedores no te respondieron a tiempo, cuando el gerente o el dueño no apreció el enorme esfuerzo que pusiste en el último proyecto o cuando tus colaboradores no se comprometen con las metas acordadas.
La autoestima fuerte te sostiene cuando todo lo demás falla, porque si tú no te amas, no confías en ti, ni en tus fortalezas, entonces quién; y claro, la autoestima también se nutre de tus éxitos materiales y relacionales, pero el primer paso siempre está en uno mismo. Así que ya sabes, cuando te pregunten “– ¿Tu autoestima es alta?, responde, “– No, es fuerte”.


* Magister en Psicología de las Organizaciones